Por fin el Ecuador avanza hacia el siglo XXI con la ley de matrimonio civil igualitario aunque este avance sea paso a paso, ahora las parejas lgtbiq pueden o podrán legalizar su situación, es decir, se pueden o podrán unir en civil o sagrado matrimonio.
Pero no todo es gloria en el país donde el adoctrinamiento religioso es orden divina, el grito al cielo lo ponen aquellos que dicen que, "es una aberración que nuestros niños vean un matrimonio entre hombres o que tengan dos mamás" o sea los conservadores, aquellas personas que tienen dos o tres mujeres (en sudamericano, esposas), aquellas personas que dirigen ese antro llamado iglesia y adoctrinan a los niños y niñas diciéndoles que arriba (donde unos cuantos vemos vapor de agua en forma de nubes) está el cielo, las mismas personas que, en un estadio de fútbol, le gritan al futbolista rival "maricon" como si esa palabra hoy en día fuese un insulto.
Realmente la sociedad ecuatoriana no está preparada para tanto adelanto en el aspecto de igualdad de género, en la igualdad de las personas o como bien dice el comunicado de la Corte Constitucional del Ecuador, el rechazo de todo tipo de discriminación.
Realmente, a la sociedad ecuatoriana le falta un mundo para llegar a respetar a las personas que son del genero lgtbiq, ¿como respetar a ese colectivo si hasta el mismísimo (por desgracia) ex presidente Bucaram insulta y menosprecia a las mujeres llamándolas putas y qué decir de los hombres llamando a sus rivales políticos "maricones" y todo ello en programas radiofónicos bajo la connivencia de sus contertulios?.
¿Como respetar a ese colectivo si hasta los obispos, sí, los obispos, esos grasosos hombres con túnica a los que les gusta hacer tocamientos a los niños, rechazan unilateralmente la existencia de las personas del colectivo lgtbiq?
En definitiva, si el racismo se cura viajando, la homofobia se cura educando, sí, educando desde casa, a nuestros niños, para que sean tolerantes, educando en el respeto a la sociedad y dejando el adoctrinamiento a un lado, caso contrario seguiremos encerrados en ese abismal tiempo y espacio que separa el raciocinio de la salvaje intolerancia.
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